Un acercamiento a la ganadería en Gran Canaria
La sociedad aborigen de Gran Canaria, además de contar con una agricultura capaz de producir los granos necesarios para el sustento de sus poblaciones y organizar el almacenamiento estratégico de tal recurso alimenticio, criaba ganados con técnicas de pastoreo muy especializadas para moverse por barrancos y montañas. Las prácticas ganaderas y de pastoreo aborígenes, junto con las rutas que seguían en busca de pasto según las estaciones del año, pervivieron al brutal choque que supuso la conquista de la isla.
Las poblaciones colonas, de diversa procedencia, trajeron el conocimiento de la elaboración del queso como lo conocemos hoy (aunque los aborígenes tenían sus propias técnicas para la transformación y conservación de la leche), además de nuevas razas de animales y, en el cruce con la población local y sus ganados, resultó una renovada profesionalización de las técnicas de pastoreo de los siglos posteriores: se mantenían los usos aborígenes (y hasta el vocabulario); se obtuvieron razas seleccionadas, fruto del cruce de animales locales e introducidos; se organizó la producción de los ganados al introducir nuevos aprovechamientos que se sumaron a los ya practicados: queso, lana.
Así, llega el siglo XIX y el antropólogo francés René Verneau describe al pastor de Mogán «como prototipo de los pastores canarios» en simbiosis total con lo que pudo ser el pastor aborigen, pero vestido como correspondía a aquella época, cuatro siglos después de haber concluido la conquista e incorporación a la Corona de Castilla:
«Lleva siempre consigo todo su menaje. En la espalda, un zurrón sujeto por dos correas y, en la cintura, un cuchillo metido en una vaina de cuero sujeta a una faja que le da varias veces la vuelta al cuerpo. El zurrón contiene una flauta de caña, gofio, queso, una escudilla de madera y una valva de lapa, concha marina que le sirve de cuchara. Va siempre con la lanza en la mano, un gran palo de pino de cuatro metros de largo, cuidadosamente pulido, uno de cuyos extremos se termina en una punta de hierro con una argolla de cuero destinada a servir de parada a la mano, cuando se deja deslizar a lo largo de su bastón. Con este instrumento el pastor salta precipicios de una altura increíble y desciende al fondo de los mismos precipicios con una rapidez vertiginosa (Verneau, “Cinco años de estancia en las islas Canarias”).»
Las explotaciones ganaderas tienen un marcado carácter familiar. El cuidado del ganado o del rebaño es una tarea desarrollada tradicionalmente por hombres y la elaboración del queso ha correspondido a las manos de las mujeres. Esta división de tareas no es, sin embargo, un axioma, un principio de obligado cumplimiento: hasta nuestros días, ha habido y hay mujeres que pastorean y hombres que elaboran el queso, todo depende de la organización de cada familia para distribuir las tareas.